jueves, 29 de noviembre de 2012

La lucha contra el riesgo de exclusión social nos afecta a todos.



La Comisión Europea declaró en 2010, el año de la “Lucha contra la pobreza y la exclusión social”. La Unión Europea es una de las regiones más ricas del mundo y, en cambio, al 17% de la población  le faltan los recursos necesarios para cubrir sus  necesidades básicas. Se han hecho muchas reuniones, seminarios, conferencias magistrales, pero 2010 pasará a la historia como el año en que, lejos de solucionar los problemas de la pobreza, los agudizó debido a la crisis del sistema productivo especialmente el de Europa y de los países llamados occidentales. 
La pobreza es difícil de medir: en Europa se considera pobre, la persona que dispone de recursos inferiores al 60% de la media de los ingresos de la población . Es curioso que, en casi todos los países, la pobreza, antes de transferèncias sociales, se sitúa a un nivel similar, alrededor del 20% de la población. 

La diferencia de la pobreza entre países es, precisamente, el modelo de asistencia pública y los recursos destinados a esta finalidad, reduciéndose entonces a un 17%. Los países del Norte de Europa son los más generosos. En cambio en los del Mediterráneo, hay una sustitución de la insuficiencia de los recursos aportados por la Administración, por la actitud solidaria propia de una sociedad tradicional en la que los vínculos familiares, el tipo de hábitat, los valores de vecindad y la acción de entidades benéficas permiten resolver los problemas de su entorno.
Normalmente los conceptos de pobreza y exclusión social van aparejados aunque con matices bastante importantes. La exclusión social, debido a una multiplicidad de factores, es propiamente una marginación de los sistemas de funcionamiento social; la pobreza en primer lugar, pero también a una serie de discriminaciones como pueden ser el sexo, la etnia, el color de la piel, la lengua o incluso la religión. Lo más grave del hecho de la exclusión social es la dificultad de retorno y la integración al desarrollo de la sociedad con la grave pérdida de capital social y cultural que comporta para el país. La exclusión social debe combatirse a todos los niveles, ya que lleva a un aislamiento de la persona de difícil superación, afectando la vida de las personas. Podríamos enumerar varias formas de exclusión:

-        Exclusión en la educación.
Es aquella de la que es responsable el sistema educativo público y actúa a largo plazo, y difícilmente superable nivel individual. En la provincia de Barcelona el 48,7% de  personas entre18 y 65 años tienen estudios inferiores a la ESO, aunque se ha experimentado una notable mejoría en los últimos años. El abandono escolar sigue creciendo y augura una perennidad de la exclusión en las familias.

-       Exclusión en la vivienda.
Debe replantearse profundamente el sistema, ya que en Catalunya mientras hay una multitud de viviendas vacías hay poca oferta de viviendas sociales. El 9% de los hogares de la provincia de Barcelona tienen unos costes de vivienda que superan el 30% de sus ingresos y, en más del 4%, superan el 40% (año 2000) pero, además hay  entre el 1 y el 2% que no tienen servicios esenciales y en algunos casos hay una ocupación superior a la posible.

-        Exclusión por aislamiento.
Alrededor del 1% de los entrevistados no se relacionan nunca con nadie y el 13% no explican nunca sus problemas afectivos. La salud mental devien una causa o consecuencia muy frecuente.

- Exclusión en la participación en la sociedad.
En los países mediterráneos la participación es un valor muy apreciado, pero está en crisis en zonas marginales por problemas de diferencias de hábitos y de origen de la población . Pero aún así el 34% tiene relación con los amigos, el 22% pertenecen a un club deportivo, el 13% a una asociación de vecinos y el 7% a una asociación cultural.

-        Exclusión respecto a la familia.
La familia, en Barcelona y en la mayoría de los países mediterráneos, aún es uno de los factores importantes de cohesión y autoayuda contra la pobreza. El 46% de la población  tiene frecuentes relaciones con la familia.

-        Exclusión en el ocio.
El 30% de personas de la provincia de Barcelona no van a tener vacaciones de más de dos semanas seguidas, el 30% las pasa en casa de amigos o familiares. El 65% no va nunca al teatro y el 62% nunca a museos o exposiciones.

-        Exclusión bancaria.
Más del 90% de la población dispone de una cuenta corriente. Los bancos no quieren arriesgar y por ello han endurecido las condiciones de crédito. Para evitar la exclusión bancaria se están proponiendo diversos mecanismos, mediante un fondo de garantía para impagos con participación del Estado y de las instituciones bancarias. Se trata de poder ofrecer una segunda oportunidad para reintegrarse en el sector crediticio y de volver al sistema tradicional de valores y de ética en el propio sistema bancario. El microcrédito representa una alternativa a tener en cuenta porque da el mínimo soporte necesario para relanzar responsabilidades y participación dentro del sistema económico.

-        Exclusión en la sanidad.
     Quizás uno de los problemas más graves que están apareciendo en toda Europa, ya que los costes de la asistencia sanitaria van creciendo exponencialmente y representan uno de los principales factores que inciden en la grave crisis del Estado-providencia. Después de uns años en los que se fué instaurando una cobertura universal, las dificultades presupostarias han ido limitando el derecho universal a la salud y precisamente la falta de salud es una de las importantes causas que lleva a la pobreza y a la exclusión social.

La sociedad civil sustituye a la administración
Los pobres, cada vez están más integrados en la sociedad y tienen un rol poco reconocido. Actualmente se ha generado un nuevo tipo de pobre relacionado directamente con el mercado de trabajo: el de trabajador a precario y permanentemente asistido. Se ocupan de los trabajos menos remunerados: los más degradantes, los temporales, los de tiempo parcial y participan al sostenimiento del país. Son consumidores y contribuyentes tributarios (el IVA es la principal fuente de financiación). La consolidación de un sistema de trabajo basado en la inmigración temporal y la generación de un trabajador a precario, situado en la periferia del asalariado clásico, se consolida como un modelo al servicio de la nueva economía, pero que a su vez consolida la pobreza y la exclusión social del futuro con unos costes sociales difíciles de prever, que se añaden al menosprecio social e incluso político que soportan, especialmente los que provienen de otro medio aumentado su vulnerabilidad.
La transferencia de riqueza privada mediante las asociaciones de ayuda representan un síndrome de la crisis de la sociedad salarial. El retorno de las asociaciones benéficas no es un anacronismo, es el fracaso de las sociedades democráticas que no han hecho avanzar los derechos sociales paralelamente a los  derechos políticos y civiles. Esta hipocresía es más notoria en lo que se refiere a los “sin papeles”. Se priva de sus derechos e incluso de su libertad  a trabajadores que son indispensables para el buen funcionamiento de su economía y son expulsados cuando ya no son necesarios. La asistencia no es sólo un valor que debe respetarse; es también un sistema de autoprotección y de autodefensa. La sociedad actúa en beneficio propio, ya que permite rehabilitar la actividad económica, que sean más productivos, impidiendo que los asistidos actúen fuera del sistema, reduciendo robos, actuando sobre su descendencia y principalmente, evitando sus  impulsos de rebelión.

Hay que repensar la solidaridad.
No se trata sólo de regular a los pobres mediante sistemas de ayuda económica; hay que proponer un modelo más justo de sociedad con una acción muy concreta de actuación, basada en el voluntariado y en la distribución gratuita de alimentos. El modelo de Banco de Alimentos sólo pretende asumir un único problema de la pobreza y la exclusión social: el de la alimentación, y se incluye en el marco de la participación en la lucha para conseguir un mundo más justo y solidario, que comienza por la lucha contra el hambre y acaba mejorando el medio ambiente.
No se trata sólo de exigir la mejora de los sistemas sanitarios, de enseñanza y de protección social, que nos hacen más iguales; no se trata sólo de darles respuesta de “forma compasiva”, haciendo caridad. Se trata de participar personal y directamente en la creación de un instrumento profesional y especializado en la lucha contra el hambre. La misión principal de los Bancos de Alimentos es la de luchar contra la pobreza aplicando el principio de subsidariedad que define que, quien mejor puede hacerlo, es quien está cerca de los problemas. El Banco de Alimentos está cerca de los problemas del sistema agroalimentario y apoya a las entidades que se sitúan en la vanguardia de la lucha contra la pobreza y la exclusión social.

Las empresas también pueden colaborar en esta lucha.
Muchas hacen como el Avaro de Molière, que “pierden mucho por no querer perder nada”. Son empresas que no quieren contratar persones víctimas de la pobreza y exclusión social. Cuando contratar personas de este perfil de población permite aumentarles la responsabilidad, asegurarles una buena integración y por tanto resultar altamente rentables. Desde el punto de vista de la empresa, luchar contra la exclusión social y la pobreza es tanto un tema de rentabilidad como de generosidad. El objetivo es superar perjuicios e instaurar nuevas prácticas que permitan a las empresas evolucionar y eliminar bloqueos a este tipo de contratación. Este proyecto coincide con el que propone el nuevo gobierno del Reino Unido, el de la “Big society”. El estado providencia, el “welfare State”, tiene unos límites definidos por la situación económica, la dificultad de penetrar en el ámbito de las capas sociales situadas en la base de la pirámide, generadas por el propio modelo de desarrollo y la ineficacia de unas ayudas que no exigen contrapartidas. La llamada a la participación de la sociedad para resolver sus propios problemas supera las acciones filantrópicas o caritativas en las que la participación es individual. Así que hace una llamada a la sociedad para organizarse a fin de resolver sus propios problemas, en la que se puede sustituir a un Estado centralizado, poco reactivo frente a las cambiantes situaciones de los problemas.

El Banco de Alimentos es una muestra de lo que se puede hacer con pocos recursos.
Jordi Peix

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