LA COMPRADORA
Soy una anciana.
Al despertarse Alemania
recortaron las pensiones.
Mis hijos me daban dinero de vez en cuando un dinerillo.
Pero yo ya no podía comprar casi nada.
Al principio iba menos a las tiendas donde antes compraba a diario.
Pero un día me lo pensé mejor y volví
a diario a la panadería y a la verdulería
como antigua clienta.
Escogía cuidadosamente entre los comestibles
y no me llevaba ni más ni menos que antes:
añadía los panecillos al pan y los puerros al repollo
y sólo cuando me hacían la cuenta
lanzaba un suspiro
rebuscaba con mis rígidos dedos en el monedero
y confesaba, sacudiendo la cabeza, que no me alcanzaba el dinero
para pagar aquellas pocas cosas y, con nuevos movimientos de cabeza,
salía de la tienda, a la vista de los parroquianos.
Y me decía:
si todos los que no tenemos nada dejamos de aparecer donde se exhibe la
comida,
podrían pensar que no necesitamos nada.Pero si venimos y no podemos comprar
nada, se sabrá cómo están las cosas.
Bertolt Brecht
(1898-1956)
en Poemas del lugar y las circunstancias
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