Ahora cuando dice ‘voy al banco’, la Sonia quiere decir
otra cosa. Hace tres meses que va una vez por semana al banco de alimentos. No
dice nunca ‘Voy al banco de alimentos’. Dice ‘voy al banco’ y basta. Desde
que cerraron la mercería donde trabajaba (no podía pagar el alquiler del local)
hace trabajos de costura por encargo, pero no es suficiente para llegar a final
de mes. Al Javi (aparejador) se le acabó el paro hace nueve meses, y no levanta
cabeza. El niño aún va al instituto y tampoco trabaja.
La semana pasada el presidente de
la comunidad convocó una reunión de vecinos con un orden del día delicado. Hace
quince años que no pintan la escalera y las paredes caen a trozos. Hace cinco
años tuvieron que poner dinero para poner el ascensor en la finca y las dos
viudas de la escalera todavía se acuerdan. Entonces el Javi trabajaba en un
despacho de arquitectos y tenía la cartera llena. Si pusieron el ascensor fue
por él y el presidente, que convencieron a los vecinos, uno por uno. Las dos
abuelas se tuvieron que tragar el ascensor.
Pero hoy la reunión de vecinos
será muy diferente. Se tendrá que enfrentar al presidente. Decir públicamente
que no tiene un duro para pagar. Ya ha quedado con la viuda del primero primera
y la recogerán para ir a ver al administrador. “Sobre todo, en la reunión no te
alteres ni te pongas nervioso”, le ha dicho la Sonia esta mañana mientras le
cortaba el pelo. Al principio se resistía, pero ahora le relaja que la Sonia le
corte el pelo. Hace nueve meses que ni él ni el niño van al barbero. La Sonia tampoco va a
la peluquería. La arregla la Rosaura, la vecina del tercero segunda. Primero solo eran flequillos. Ahora toca el cuello. La viuda del entresuelo no irá a
la reunión. Lástima, porque la mujer tiene una lengua viperina y lo habría
apoyado. “Al presidente ahora se le ha metido entre ceja y ceja que hay que pintar
la escalera porque quiere venderse el piso y no lo consigue. Dice que a la
gente le cae el alma a los pies al entrar en la finca. Quizás sí. “Ya se
arreglará”, le ha dicho la señora.
A las siete pasan a recoger a la viuda del primero
primera para ir a la reunión. La mujer se ha pintado un poco. La Sonia, también.
La viuda marca el paso y no corren mucho. Ya está bien así. Si son demasiado
puntuales llegaran a la primera convocatoria y no tiene ganas de encontrarse cara
a cara con el presidente.
La reunión comienza a las ocho menos cuarto, con mal pie.
El administrador se saca una hoja de cálculo de una carpeta, y recita la lista
de morosos. Ahora ya es público y notorio: El señor Javi Moreno hace seis meses
que no paga las cuotas trimestrales. No es el único. Hay dos más. El del ático
también se ha retrasado, de hecho hace semanas que nadie lo ha visto por la
escalera. Y la viuda del entresuelo, que se ha quedado en casa, ahora se entiende,
porque ya hace un año que no paga.
Sin hacer más comentarios, el administrador pone sobre la
mesa tres presupuestos de tres empresas diferentes. El más barato sube a quince
mil.
-Quince mil euros? -exclama el Javi-. Eso es una
barbaridad.
-Si encuentras uno más económico, enséñamelo! Y si no te
gusta como lo hacemos, te cedo el puesto de presidente. Para mi mejor, menos
quebraderos de cabeza.
- Queréis decir que es el momento de pintar la escalera,
ahora? Con la que está cayendo.
-Eso ya se decidió en la última reunión, Javi –dice el
Presidente-. Si tú no viniste no es nuestro problema. Escucha bien lo que te
digo, con las cuotas pendientes de cobrar tendríamos suficiente para poner tres
capas de pintura -dice el Presidente.
-En efecto -remata el administrador-. La verdad es que con
las previsiones de pago de todas las cuotas hasta final del ejercicio, salen
los números.
-Si todos hubieran pagado, cerraríamos este trimestre con
superávit -recalca el presi, mirándolo fijamente a los ojos.
El Javi no soporta la insinuación y está a punto de encenderse,
pero la Sonia le retiene del brazo antes de que pueda levantarse de la silla.
De pronto siente que toda la reunión es una estratagema para humillarlo delante
de los otros vecinos. Del payo del ático o de una viuda se podía esperar todo,
pero de él no. Ninguno sabe que lo pasan mal. Hace meses que él y la Sonia han
dejado de comprar en el súper que tienen debajo de casa. Ahora van a un Lidl que
está a cuatro travesías. El Javi procura salir cada mañana a la calle bien
duchado y planchado, como cuando iba a trabajar, y todavía circula por el barrio
con el mismo coche. Ahora lo aparca en la calle, eso sí, pero no le da la gana
de quejarse.
Enrabiado, el Javi se levanta y sale de la reunión sin votar
ningún presupuesto. La Sonia se queda clavada en la silla. Aún le queda una
pizca de dignidad. Cuando se levanta la sesión, se hunde y les explica todo.
Desde que no tienen internet, el niño no para nunca por su casa. Hace tres meses
que no pagan la luz y ya les han avisado que dentro de cuatro días les cortarían
el suministro. La Sonia ya ha ido al Lidl a comprar velas. Y cuando explica que
ahora mismo hacen equilibrios con la pensión de su madre, se desmorona del todo:
“Suerte tenemos con el banco de alimentos, pero el día que la abuela nos falte,
no sé qué haremos”, dice la Sonia llorando a lágrima viva, con el rímel que le
cae mejilla abajo. El presidente y el administrador escuchan de pie, sin saber
que decir, con una piedad que parece sincera.
El día siguiente es viernes y les cortan el suministro de
electricidad. “Se ha ido la luz”, dice la abuela. Como la cocina es de vitro-cerámica,
han de cocinar con el fogón del camping gas.
El Javi se pone el delantal para hacer la cena. Hoy
tienen dos huevos y se podrán repartir una tortilla.
-Deja, deja –le dice la Sonia-, ya la haré yo, que tú siempre
pones demasiado aceite.
En todo el tiempo es la primera vez que su mujer lo
recrimina así, con este tono. Siente que está perdiendo el control. Después de
cenar, llaman a la puerta. ‘Vaya horas de llamar’, dice la abuela. Son las diez
menos cuarto de la noche, pero está tan oscuro, que parece más tarde. El Javi coge
la vela y va hasta la entrada. Antes de abrir, mira por el ojo de la mirilla. En
la escalera hay luz, y ve al presidente.
-Quizás quiere disculparse. Abre -dice la Sonia- Es buena gente.
Hay un tira y afloja, pero ahora manda ella, y se hará lo
que ella diga. El Javi abre la puerta, pero la luz de la escalera ya se ha
apagado y el presidente se ha esfumado escaleras arriba.
En la puerta les ha dejado una caja de cartón con unas bolsas del súper de abajo, llenas de paquetes de pasta y arroz, legumbres, y una botella de aceite de oliva. También les han puesto una lata de espárragos, olivas, galletas. Ahora que pensaban que este año tampoco tendrían cesta de Navidad, la Sonia saca de las bolsas una tableta de chocolate negro, que tanto le gusta al niño.
Traducción Maria Rosa Rodriguez Antequera.
Agradecemos a www.nuvol.com, la autorización para reproducir este
Cuento de Navidad.